jueves, 1 de diciembre de 2011

SUPRIMAMOS LA PAC, YA

Subsidios agrícolas
Por Daniel Rodríguez Herrera

Johan Norberg comentó una vez que sólo quedan tres economías centralmente planificadas: Corea del Norte, Cuba y la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea. La PAC es el conjunto de subsidios agrícolas, cuotas de producción e importación y aranceles con que los políticos europeos pretenden gestionar eficazmente la agricultura del continente; y claro, fracasan miserablemente en el intento.
Se supone que el objetivo es lograr que los trabajadores del campo no pierdan sus empleos por la insuperable competencia de los productos que vienen del Tercer Mundo. Sin embargo, según Oxfam, entre los mayores beneficiarios de estas ayudas están la reina de Inglaterra, el príncipe de Mónaco y la duquesa de Alba, títulos que no sugieren en principio actividad laboral alguna relacionada con el campo. Mientras, decenas de miles de explotaciones familiares cierran en España. No es que esto último sea necesariamente malo, pues probablemente sus trabajadores resulten más productivos para la economía y reciban mayores ingresos en otras actividades. Pero demuestra que la burra que se nos vende con la PAC no da la leche prometida.

El socialismo de todos los partidos ha hecho recientemente su reaparición con este asunto. El Gobierno Zapatero logró que la Corte Europea de Justicia anulase la reforma de las ayudas al algodón negociada por Moraleda y Espinosa nada más aterrizar en sus cargos. Y el Partido Popular exigió que se aprovechase la circunstancia para negociar mejores condiciones para los agricultores españoles del ramo. Por supuesto, nadie defendió la necesidad de eliminar por completo los subsidios, cuotas y aranceles, que nos obligan a todos los consumidores españoles a pagar más caras las prendas de algodón que vestimos. Nadie pensó tampoco que ese ahorro permitiría a los españoles consumir más en otras cosas, beneficiando a las empresas que las producen, e invertir más en negocios más provechosos que el de cultivar algodón en Murcia y Andalucía.

Los subsidios, de todo tipo, son como una droga: adictos que podrían vivir perfectamente sin ella si no la hubieran consumido nunca, ahora no pueden concebir su existencia sin dosis cada vez mayores. De modo que, si los subsidios no logran que los productos sean suficientemente baratos, se restringe la importación de alternativas del extranjero. Eso arruina los agricultores de los países pobres, que ya no pueden vender sus productos en los mercados protegidos. Debido a ello, muchos emigran para poder trabajar en dichos mercados. Por eso los gobiernos ponen barreras de entrada a la inmigración y dan millones de euros de los contribuyentes: para aliviar la pobreza, que es "la causa" de la inmigración.

En definitiva, se trata de una carrera en la que las intervenciones políticas dan lugar a más intervenciones políticas, que intentan resolver los desaguisados creados por las anteriores.

Hay alternativas, no obstante. En 1984 Nueva Zelanda eliminó por completo los subsidios agrícolas, convirtiéndose en el único país desarrollado en carecer de ellos, si exceptuamos, por razones obvias, ciudades-estado como Singapur. Desde entonces, su producción agrícola ha crecido un 40%, así como la participación de ésta en el PIB (del 14 al 17%). La productividad ha crecido una media del 6% anual, frente al 1% de antes de que desaparecieran las ayudas.

Las razones de este éxito son sencillas: al verse en la intemperie del mercado libre, los agricultores tuvieron que adaptarse a él, reduciendo costes, diversificando el uso de la tierra y prestando atención a los cambios en la demanda. O sea, lo que hacen las empresas normales.

Y es que la desaparición de la PAC no implicaría la desaparición de la agricultura en la Unión Europea, sólo su modernización y adaptación a las necesidades del mercado. Y un ahorro considerable para nuestros bolsillos, naturalmente.

Los subsidios, las importaciones de alimentos y los aranceles son los temas de mayor interés para los países en desarrollo

En el ámbito del actual sistema mundial de comercio regido por la OMC, los países ricos gastan miles de millones de dólares al año en apoyo a su sector agrícola. En 2002, el apoyo directo a los agricultores de los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ascendió en conjunto a cerca de 235 mil millones de dólares EE UU, tres cuartas partes del total del apoyo estimado de la OCDE de 318 mil millones de dólares. Los subsidios de este grupo de países, según se ha informado a la OMC, constituyen más del 90 por ciento de las medidas de apoyo interno y subsidios a la exportación que distorsionan el comercio, informa la FAO.

La cifra resulta particularmente asombrosa considerando que en los países de altos ingresos, como los miembros de la OCDE, la agricultura sólo emplea a cerca de un 5 por ciento de la fuerza de trabajo y aporta apenas el 2 por ciento al producto interno bruto (PIB). Pero en los países de bajos ingresos, este sector proporciona empleo a un 70 por ciento de la fuerza de trabajo y participa en el PIB con un 36 por ciento.

Los subsidios a los productores agrícolas del mundo desarrollado repercuten negativamente en la agricultura de los países en desarrollo en distintas formas. Al permitir a los agricultores y las agroempresas poner en el mercado internacional sus productos a precios muy inferiores al valor de producción eliminan de la competencia a los productores del mundo en desarrollo. También alientan un exceso de oferta, que abate más todavía los precios agrícolas mundiales, y reduce los ingresos de los campesinos pobres o los excluye definitivamente de la actividad comercial.

"Los subsidios agrícolas en los países en desarrollo distorsionan el mercado mundial –señala el Director General de la FAO, Jacques Diouf-, y en muchos casos impiden a los agricultores de los países en desarrollo competir internacionalmente".

El Banco Mundial calcula que los subsidios a la agricultura de los países de la OCDE les cuestan más de 30 mil millones de dólares EE UU al año a los agricultores de los países pobres. Otros estudios duplican esa cifra. A la vez, el Banco ha calculado que la eliminación de todos los subsidios se traduciría en una ganancia adicional de 250 mil millones de dólares EE UU al año para el sector agrícola, de lo cual alrededor de 150 mil millones de dólares correspondería a los países de ingresos bajos y medios.

Las importaciones de alimentos, cuestión de seguridad
Los subsidios también están, por lo menos en parte, en la raíz de una tendencia al aumento de la importación de alimentos en los países pobres. Las investigaciones de la FAO revelan que en el decenio de 1990 las importaciones de alimentos básicos en los países en desarrollo aumentaron 5,6 por ciento al año (tasa que aumenta al 6,9 por ciento en los países de bajos ingresos con déficit de alimentos), y prevén que esta tendencia se mantenga en los próximos años. En conjunto, las importaciones de alimentos del mundo en desarrollo han crecido un 60 por ciento desde 1980.

Se trata de una situación con significativas consecuencias para la seguridad alimentaria.

"La capacidad de los países en desarrollo de obtener divisas limita la contribución de las importaciones de alimentos a la seguridad alimentaria –explica Hartwig de Haen, Subdirector General de la FAO y responsable del Departamento Económico y Social de la Organización-. Reducir el déficit de alimentos con importaciones comerciales no siempre es una posibilidad realista para casi todos los países".

Alexander Sarris, titular de la Dirección de Productos Básicos y Comercio, añade que la participación cada vez mayor de las importaciones baratas de alimentos también puede desincentivar la inversión en agricultura en los países importadores y fomentar que los gobiernos desatiendan el sector. "Un gran crecimiento de las importaciones puede socavar una producción interna que de otra manera sería viable –señala Sarris-, donde hay pocas otras oportunidades para utilizar los recursos productivos".

Los aranceles siguen sobre el tapete
Si bien en general se ha reducido el promedio de los aranceles después de la ronda Uruguay de negociaciones de la OMC, los países ricos siguen imponiendo elevados derechos a algunos productos para proteger a sus productores. Estas "crestas arancelarias" –que a veces ascienden hasta el 350 por ciento- a menudo se concentran en productos que los países en desarrollo tienen interés en exportar. Entre estos productos figuran algunos básicos importantes como el azúcar, los cereales y el pescado; el tabaco y algunas bebidas alcohólicas; fruta y hortalizas; y productos de la industria alimentaria con elevado contenido de azúcar.